Desplázate para comenzar
Todos los ixtalíes crecen escuchando el nombre de Skarner, el protector ancestral de Ixtal, el brackern que le dio forma a la tierra y que construyó las primeras arcologías. Su semblante está tallado en bajorrelieves y su nombre está inmortalizado en los anales de la historia de Ixtal. Skarner es un mito que los ixtalíes aún respetan y veneran.
Sin embargo, pocos saben que Skarner sigue ahí, recluido en una cámara subterránea, debajo de la arcología cardinal de Ixaocan. Desde allí, escucha las vibraciones de la tierra encima de él. Escucha... y espera.
El mito de Skarner se originó hace miles de años. Nacido en el clan Ọ̀pal-hin de los brackern, Skarner es hijo de la legendaria madre Nixalẹ. Mientras que las demás crías abandonaron la seguridad de la espalda de Nixalẹ, Skarner decidió quedarse, impulsado por su inquietud y su curiosidad para estudiar el poder y la sabiduría de su madre.
Pronto, esa observación daría lugar a un poderoso intelecto. A diferencia de sus hermanos, Skarner pulió el control innato que los brackern tienen sobre la tierra, aprendió a dominarlo y, con el tiempo, comenzó a descifrar hasta la más pequeña vibración que causaban criaturas a cientos de kilómetros.
Con el pasar de los años, fue a través de esas vibraciones que Skarner detectó un evento que cambiaría el continente para siempre: la llegada de los colonizadores del este. El clan Ọ̀pal-hin no confiaba en los recién llegados, pero Skarner no pudo contener su curiosidad. Necesitaba saber qué eran... por qué eran.
Skarner estudió desde lejos a aquellos extraños ''ixtalíes''. Nacían, trabajaban con ahínco y morían de pronto. Estaban ahí un segundo y al siguiente, se habían ido. Pero, había algo acerca de aquellos seres que lo cautivaba. Aquellas criaturas usaban el tiempo limitado que tenían para crear, construir e inventar. La existencia de esas personas lo fascinaba... hasta que descubrió lo increíblemente frágiles que eran.
Cuando detectó que un alud de rocas amenazaba con destruir un incipiente asentamiento ixtalí, Skarner, en un intento por preservar a sus objetos de estudio, intervino. Emergió de la jungla, su pétreo cuerpo se alzó poderoso sobre la gente. En unos momentos, las rocas que amenazaban la aldea, se habían convertido en arenisca ante el poder de Skarner. Cuando el polvo se disipó, los ixtalíes contemplaron a su salvador con ojos que rebosaban de sorpresa, adoración y gratitud.
Aquello inculcó un fuerte instinto dentro de Skarner: tenía que proteger a aquellas personas. Esos frágiles seres no sobrevivirían sin él.
Skarner ya no tenía que ocultarse para observar a los ixtalíes y, conforme más interactuaba con ellos, más se alejaba Skarner de su propia especie. Aquellos humanos estaban ahora bajo su protección, Ixtal se había convertido en su nuevo hogar.
La relación que forjó con los primeros ixtalíes se basaba en el intercambio: los ixtalíes compartían su cultura y su historia con él, y Skarner usaba su destreza con la tierra para ayudarlos a construir la arcología cardinal de Ixaocan, ahí donde las líneas de poder del planeta convergen.
No obstante, la contribución más grande de Skarner a la civilización ixtalí fue ser uno de los miembros fundadores de la casta gobernante. Combinando la mentalidad científica de Ixtal con la cultura colectivista de los brackern, los Yun Tal condujeron a su gente a un futuro brillante.
Y así fue que, con la protección de Skarner, Ixtal prosperó.
Fuera de Ixtal, el imperio shurimano extendía su dominio, y Skarner observaba cauteloso cómo los Ascendidos arrasaban el continente. Aquella fe que tenía Skarner en el indomable espíritu humano se hizo pedazos cuando presenció la parte más oscura de estos: la corrupción, la avaricia, la crueldad...
Skarner podía sentir una tensión creciendo en Shurima. Skarner siempre expresó su desconfianza hacia los shurimanos, pero cuando el imperio de los Ascendidos invitó a Ixtal a formar una alianza, los Yun Tal aceptaron con entusiasmo.
La rebelión icathiana terminó por justificar la sospecha de Skarner, pero a costa de muchas vidas. Para el momento en que el imperio shurimano colapsó, para cuando Ixtal había recuperado su independencia, Skarner no sentía ya sino aversión por el mundo que se encontraba más allá de los límites de la jungla, pues era aquel nada más que dolor y sufrimiento.
Dolor y sufrimiento que las Guerras Rúnicas encrudecieron.
Ante tal destrucción, los Yun Tal ya no pudieron oponerse a la iniciativa de Skarner para aislar Ixtal del resto del mundo, de ocultar sus tierras detrás de ilusiones y mentiras, de permanecer lejos de aquella decadente humanidad.
Pero Skarner ya no confiaba en los Yun Tal... Skarner no dejaría que su error se repitiera, protegería Ixtal a toda costa.
Reclamando para sí la responsabilidad de proteger a los ixtalíes, Skarner construyó una cámara subterránea debajo de Ixaocan, diseñada para amplificar las vibraciones de todo el continente. Y aunque cada espasmo de la tierra le revelaba a Skarner una nueva amenaza, también así los ecos del próspero Ixtal sobre él justificaban su decisión.
Y así escuchó... y esperó.
Rodeado por las entrañas de la tierra, su paranoia creció, su vigilancia dio paso al aislamiento y pronto, Skarner dejó de salir de su cámara. Para los ixtalíes en la superficie, Skarner poco a poco se convirtió en un mito. Los únicos que sabían la verdad eran los Yun Tal, que cada cierto tiempo descendían a su cámara para discutir la situación de Ixtal con él.
Sin embargo las nuevas generaciones de los Yun Tal han comenzado a cuestionar el aislamiento de Ixtal. Skarner puede oír esos murmullos, murmullos que avivan su paranoia, pues él recuerda que abrir esa puerta solo daría paso al dolor, al sufrimiento y a la muerte, tal como sucedió antes.
El único ser en el que Skarner puede confiar es él mismo... hará lo que sea para proteger Ixtal y sus habitantes.
Incluso si eso significa convertirse en la fuente de su destrucción.