Baja para comenzar
La mayoría de los mortales nacen y mueren habiendo conocido un único plano de la realidad, el reino material. Sin embargo, este reino solo refleja la mitad de todo lo que existe. En paralelo, se encuentra el reino espiritual, que, aunque invisible a ojos de la mayoría, está tan repleto de vida como el reino material. Aun así, en las profundidades de la tundra de Freljord, se encuentra una vastaya que vive en un mundo que fusiona estos dos reinos...
Aurora nació en la aldea remota de Aamu, hogar de la tribu de los brynis. Pasó toda su infancia jugando con criaturas que nadie más podía ver y explorando un mundo completamente ajeno a los demás. Aunque era feliz, se sentía aislada del resto de Aamu. Ni siquiera sus padres la entendían, y creían que los amigos de Aurora eran imaginarios.
La única bryni que aceptaba a Aurora de verdad era su tía abuela Havu, que adoraba sus historias, alimentaba su pasión y la animaba a sentirse orgullosa de su identidad. Así fue como Aurora aprendió a ser ella misma y disfrutar de su propia compañía.
Conforme Aurora se fue haciendo mayor, se dio cuenta de algo: sus amigos invisibles no eran imaginarios... ¡Eran espíritus! El hermoso y animado mundo en el que vivía era completamente único, ya que solo sus ojos veían más allá del velo que separaba el reino mortal del espiritual.
Con esmero, tomó nota de todo lo que la rodeaba en este mundo entrelazado, estudiando los espíritus de Aamu con la esperanza de llevar estos reinos que ella veía a los demás.
Con el paso del tiempo, cada vez iban apareciendo más y más espíritus en Aamu, y algunos le transmitían sensaciones... diferentes. Perdidos y bravíos, se habían vuelto espíritus errantes cuando los asuntos mortales quebraron el equilibrio entre ambos reinos. No obstante, tras investigar este fenómeno, Aurora descubrió que podía ayudar a estos espíritus a volver a su hogar. Para ello, debía encontrar el origen de su sufrimiento.
No fue tarea fácil, pero, gracias a ello, Aurora encontró su vocación.
Sabía que, si quería continuar su investigación, debía explorar el mundo que había más allá de Aamu. Aunque la idea del cambio la inquietaba, la posibilidad de seguir aprendiendo la inspiró a dejar atrás su hogar.
Fue durante su travesía que se encontró con un espíritu errante que tomó la forma de un alce monstruoso y retorcido. Era salvaje y tenía miedo, atacaba con su cornamenta manchada de sangre. Aurora estaba decidida a apaciguarlo y, aunque no fue tarea fácil, terminó ganándose su confianza. Sin embargo, este espíritu no era como los demás. Aurora intentaba ayudarlo una y otra vez, pero era en vano. Con una voluntad férrea, convenció al afligido alce para que viajase con ella. Con sus poderes, lo escondía en el reino espiritual conforme trabaja por desentrañar este misterio.
En sus encuentros con innumerables caminantes espirituales a lo largo de Freljord, Aurora buscaba su consejo, con la esperanza de que su capacidad para canalizar espíritus arrojase algo de luz sobre lo que atormentaba a su obstinado compañero. Sin embargo, ellos también se quedaban sin palabras, y le sugerían que fuera en busca de Udyr, el caminante espiritual más poderoso de toda la tundra.
A Udyr le bastó con echar un simple vistazo para reconocer el inmenso poder del amigo espiritual de Aurora, pero el temeroso alce estaba demasiado perdido como para conectar con él. En su lugar, Udyr le recomendó que fuera en busca de los semidioses para hallar alguna respuesta.
Aurora decidió buscar al gran carnero, Ornn. Atravesó el hielo y la nieve para estudiar los artefactos de sus seguidores, los Sangreardiente, con la esperanza de saber dónde le rendían culto. Tras una ardua investigación, pudo localizar Dulcehogar; pero, donde otrora hubo un gran asentamiento, ahora no quedaban más que escombros y ruinas.
Aurora sabía que no debía dejarse por lo que estaba a la vista. Abriendo un pasaje entre ambos reinos, halló el vestíbulo de la forja de Ornn, que ardía con pasión.
Ornn no recibió precisamente a su huésped con los brazos abiertos, pero, con el paso del tiempo, se dio cuenta de que ella valoraba la soledad y la tranquilidad, al igual que él. Cuando Aurora se ganó su confianza, Ornn le dio el nombre de su acompañante: Haestryr. Uno de los hermanos de Ornn, Hestrelk, tal y como se lo conocía antaño, fue un poderoso semidiós. Sin embargo, con el declive de la fe en los dioses antiguos, muchos de los semidioses perdieron sus identidades y se volvieron sombras distorsionadas de lo que otrora fueron.
Esta revelación sobre su compañero acercó a Aurora un poco más a ayudarlo a encontrar su camino de regreso a casa, aunque aún tenía mucho que hacer.
Gracias a Ornn, descubrió la existencia de Ysjarn, la criofénix que guía y protege la tierra en un ciclo eterno en el que nace, vive y muere. Y, aunque con sumo dolor, Ornn también le habló de su hermano Valhir, cuya tormenta incesante arrasa Freljord, con total desesperación por saciar la sed de sangre de los Vorrijaard una guerra tras otra.
Creyendo que estos semidioses serían de vital importancia para la recuperación de Hestrelk, Aurora abandonó Dulcehogar y ahora deambula entre los reinos de su gélido hogar en una búsqueda incansable por ampliar sus conocimientos.