Short Story
Urgot
el Temerario

Urgot

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Urgot
el Temerario

Urgot siempre pensó que era digno.

Como verdugo y asesino de los débiles, era la viva encarnación del ideal noxiano en el que la fuerza debe dominar, algo que llevaba a cabo con cada golpe de su hacha. Su orgullo crecía conforme los cuerpos se apilaban a una mayor altura detrás de él, y su intimidante presencia mantenía atemorizados a innumerables grupos de guerra.

Aun así, una sola palabra bastó para sellar su destino. Enviado al distante Zaun para eliminar a una supuesta conspiración contra el gobernante de Noxus, Urgot se dio cuenta muy tarde que la misión era una trampa para expulsarlo de la capital mientras el usurpador Swain tomaba el control. Rodeado por agentes de los quimobarones y enfurecido porque todo lo que había creído era una mentira, llevaron a Urgot a las minas tecnoquímicas debajo de Zaun. Fue derrotado y esclavizado. Al parecer, ya no era digno.

En el Dragado, la muerte podía presentarse de muchas maneras. Urgot soportó las infernales condiciones de las minas en un silencio sombrío mientras aguardaba la suya.

La Baronesa Voss, guardia de la mina, en ocasiones prometía liberar a los prisioneros a cambio de una tortuosa confesión. Al final, encontraban la libertad bajo el filo de su espada. Los gritos que resonaban por los túneles instruyeron a Urgot sobre las maravillas de Zaun. Había algo especial en la ciudad, algo magnífico y evidente, incluso en los secretos que se derramaban por gargantas degolladas. Urgot no sabía lo que era hasta que, finalmente, fue llevado ante Voss para que lo quebrantara.

Pero en cuanto la cuchilla de la baronesa se abrió paso por su piel, Urgot comprendió que su cuerpo ya estaba devastado por una agonía que iba más allá de cualquier daño que Voss pudiera infligirle. El Dragado lo había hecho más fuerte de lo que alguna vez fue como verdugo.

El dolor era el secreto de Zaun. Su risa ahuyentó a Voss hasta la superficie, y un reinado de anarquía comenzó en las profundidades.

Tras tomar el control de la prisión, Urgot se deleitó con nuevas pruebas de supervivencia. Detectó las partes más débiles de su cuerpo y las reemplazó con maquinaria que encontró; tecnología creada por aquellos que morirían sin ella. La necesidad es la madre del dolor.

Los guardias no podían acceder a las áreas que Urgot había confiscado del dominio de Voss. Los mismos prisioneros estaban más atemorizados de su nuevo amo de lo que estaban de ella. Algunos incluso desarrollaron un respeto fanático por Urgot, tras ser forzados a escuchar sus febriles sermones sobre la naturaleza del poder mientras su puño se apretaba alrededor de los cuellos de quienes se negaban a escuchar.

Cuando un agente noxiano llegó al Dragado, Urgot se vio forzado a enfrentar su propio pasado finalmente. Aunque el espía lo reconoció y buscó ayuda para lograr escapar, Urgot lo atacó despiadadamente y arrojó su cuerpo destrozado a la oscuridad.

No era la fuerza la que dominaba Noxus, comprendió Urgot, sino los hombres... y los hombres eran débiles. No deberían existir gobernantes, ni mentiras, nada que interfiriera con el caos puro de la supervivencia. Comenzando un disturbio que encendió una vena tecnoquímica dentro de la mina, Urgot estremeció a la ciudad de arriba y resquebrajó la prisión con una explosión de la misma magnitud que la del nacimiento de Zaun. Varios prisioneros murieron y otros miles huyeron hacia el sumidero. Pero, como siempre, los dignos sobrevivieron.

A partir de ese día, el reino del terror de Urgot continuó con su expansión. Esta abominable fusión de maquinaria industrial y brutalidad noxiana aniquiló a los quimobarones y a sus lacayos, uno por uno, y reunió a su propio séquito formado por los oprimidos de Zaun. Se decía que él sería un nuevo salvador, alguien que quitaría el yugo opresor del cuello de los zaunitas comunes.

No obstante, sus acciones no hallaron correspondencia en tales dichos: Urgot probó la valía de sumisos y poderosos por igual. Para aquellos que fueran perdonados en sus pruebas mortales, su mensaje estaba claro: él no estaba ahí para guiar, sino para sobrevivir. Si los demás eran dignos, también sobrevivirían.

Cuando Urgot finalmente atacó a los representantes de los clanes mercantiles piltovianos, los Protectores se vieron forzados a intervenir y lo arrastraron encadenado a una celda fortificada. Sin embargo, este gesto no hizo más que confirmar al ''Temerario'' como una leyenda entre los pandilleros, los chicos del sumidero y los olvidados.

Dado que Piltóver no es la primera sociedad que encarcela a Urgot, es válido preguntarse si existe alguna jaula capaz de contenerlo.